Hablando el otro día con mi padre, recordé algo bastante esperpéntico que nos sucedió hace años en una Banco Popular de Cabañaquinta. Antes de trabajar para Lacera, y estar preparando Oposiciones, estuve una temporada trabajando con mi padre de cerrajero. Se viajaba muchísimo y se trabajaba muchísimo, pero a veces pasaban cosas que terminaban por alegrarte el día.
Pues bien, mi padre, bastante competente en lo suyo, hacía la revisiómn anual de todos los dispositivos de seguridad del banco. Yo le ayudaba y tomaba nota mentalmente de todo cuanto hacía. Recuerdo que aquel día llovía mucho, y la gente entraba y salía constantemente. Enntonces, oímos aquella voz...
-¡¡¡Rediós...toy más pingau que un yerbatu en un sebatu...!!!.
Lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Al tiempo, la voz se dejó oír de nuevo, diciendo...
-¡¡¡Manolín, un pinchu tortiella y un café con unes gotes...!!!.
La mirada que nos echamos mi padre y yo...en fin, que mientras mi padre se contenía para no reírse, y yo, bueno, me sentía tan alucinado que no podía ni reírme.Cuando ví al paisanín, recuerdo que sonreí. No era muy alto, pero llevaba una de esas boinas con rabito y un bastón de bambú, pero poco más recuerdo de su aspecto.
Había más gente, que se quedó tan sorprendida como nosotros.El tío de la caja se le quedó mirando de tal manera que el paisanu pareció darse cuenta de que allí había algo raro...
-¿¿¿Estu nun ye´l bar los lladrones, no???
Negamos todos con la cabeza. El bar estaba justo al lado del banco.Con las prisas, se había confundido y había entrado en el lugar equivocado.No recordaba bien algunos detalles, pero al refrescarme mi padre la memoria comencé a acordarme de aquello.
El vieyín se fue sin decir ni papa, aunque, despues de todo, una confusión la tiene cualquiera,¿verdad?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario